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martes, 2 de junio de 2009

Santa María de Eunate

Venimos desde Puente la Reina y, a tres kilómetros del casco urbano de Muruzábal, localizamos el destino de nuestra excursión: el templo de Santa María de Eunate. Estacionamos el vehículo en el aparcamiento habilitado a tal efecto y dejamos la fresquita temperatura del interior del coche para enfrentarnos al fuerte calor de una calurosa mañana de domingo, en plena canícula. Al descender de nuestra moderna cabalgadura descubrimos el perfil de uno de los templos más conocidos del Camino de Santiago. El llano y abierto paisaje realza su encanto.

Al llegar, su silueta nos da la bienvenida


Construida en el Siglo XII durante el reinado de Sancho VI el Sabio, esta iglesia de estilo románico, ha estado siempre vinculada a un origen templario, básicamente por su planta octogonal, a semejanza del Santo Sepulcro de Jerusalén.




Planta de toda la edificación
Nos acercamos a la edificación y observamos "in situ" que el templo está circunvalado primero por una alquería o claustro exterior, también de forma octogonal, y rodeando ambos elementos un pequeño muro que protege todo el conjunto. Atravesamos la puerta del muro y pasamos bajo la arcada para ver la portada principal (D), formada por un arco de medio punto con cuatro arquivoltas que apoyan en columnas.

La portada principal orientada al Norte

Giramos hacia nuestra izquierda para rodear el edificio y comprendemos inmediatamente el significado del nombre, ya que Eunate significa en euskara: "cien puertas". Paseamos en dirección al ábside entre el pasillo que deja el templo y la arquería que rodea la iglesia a modo de claustro. A nuestra izquierda parte de los arcos primitivos, todos ellos coetáneos al edificio y constituidos por columnas y capiteles de estilo románico.


A la arquería y al ábside les separan apenas unos metros

La galería es también de trazado octogonal y, por lo tanto, tiene un total de ocho tramos, todos ellos irregulares, variando según la longitud de cada lado; los hay de tres arcos, cuatro y hasta de seis, haciendo un total de treinta y tres. Los de la zona donde nos encontramos ahora son, como he comentado, los originales, concretamente tres tramos, habiendo sido los otros cinco reconstruídos en el siglo XVII.

Pilares y capiteles originales

Detalle de uno de los capiteles

Volteamos nuestra cabeza hacia la derecha para observar con detenimiento el ábside pentagonal. Sostenido por pequeñas columnas alineadas bajo el alero del tejado, alternando con los canecillos, todos ellos en forma de cabezas humanas. En los cinco lados resultantes se observan cinco ventanas, tres de ellas caladas y las otras dos ciegas. Como la puerta principal, todas ellas son de arco de medio punto sobre columnas con capiteles con decoración vegetal.

Las cabezas de los canecillos posan ante la cámara

Dejamos nuestro paseo para alejarnos hacia el imponente páramo y así obtener una nueva perspectiva del conjunto y, este, no nos deja insatisfechos obsequiándonos con nuevos elementos hasta ahora no observados por la cercanía a sus muros. Corona el edificio una espadaña triangular que tiene dos vanos para campanas y una torre en forma de cubo. La torrecilla se trata de un acceso al tejado desde el interior de la iglesia para alcanzar la linterna en la que estaba situado el fuego que guiaba a los peregrinos del Camino de Santiago. La linterna fue sustituída por la espadaña en el Siglo XVIII.



La perspectiva nos descubre nuevos elementos

Volvemos a la arquería y proseguimos nuestro pausado paseo observando minuciosamente, piedra a piedra los secretos y la historia que nos trasmite el lugar.


Sensaciones y vivencias plasmadas en fotografías

Finalizamos el recorrido por el exterior del templo llegando a la pequeña puerta de acceso a la iglesia, una puerta sencilla, con una simple decoración en forma de guardalluvias.

La sencilla puerta nos invita a entrar

Atravesamos el pequeño portal y observamos al frente el ábside semicircular donde se encuentra el altar. Curiosamente no es pentagonal como en el exterior sino semicircular y en él podemos observar los cinco ventanales que hemos podido observar en el exterior.

El interior nos transporta a otros tiempos.

Levantamos la cabeza hacia la techumbre y descubrimos los ocho nervios de la bóveda interior, que convergen en el centro, y nos percatamos que los ángulos inscritos entre los nervios son diferentes, lo que demuestra la irregularidad de los ocho lados del templo.

No hay ningún ángulo igual al otro en la bóveda

Sólo nos falta observar las paredes y en ellas no vemos ningún tipo de decoración; podríamos decir que toda la decoración de la iglesia se limita a los capiteles de las columnas en los que vemos motivos vegetales, como en el resto del templo.

Los motivos vegetales son la base decorativa de los capiteles

Por último y antes de dejar la agradable temperatura interior para volver al bochorno veraniego nos acercamos al altar mayor para plasmar con una instantánea el momento familiar y para ver de cerca la talla románica de la Virgen de Eunate (Virgen con el Niño), imagen típica del románico. Desgraciadamente la actual es una copia de la original de finales del Siglo XII, ya que la original fue robada años atrás.

En el altar plasmamos el familiar momento

La Virgen de Eunate preside el altar mayor

Ya a punto de finalizar nuestra visita nos alejamos en línea recta hacia la dirección contraria de la puerta por la que hemos salido de la iglesia, y poder escrutar una nueva perspectiva del templo. La orientación del monumento y la hora de la mañana nos regala una preciosa última visión del conjunto; la silueta se descubre ante el contraluz solar y el intenso fondo azul del cielo navarro.

Contraluz

Un último paso por el claustro para retener en la retina toda la belleza del lugar y un último giro de la cabeza para poder ver de nuevo este lugar que nos ha embelesado.

Adiós