Hoy nos desplazamos al sur de la provincia de Guipúzcoa, muy cerca tanto de la de Álava como de Navarra, y concretamente a un lugar ubicado entre las sierras de Aizkorri y Aratz.
Se trata del túnel de San Adrián, localizado a 1100 metros de altitud y que ha servido desde tiempos inmemoriales como paso y acceso desde la llanada alavesa a la costa vasca. Muestra de ello son los vestigios de una calzada romana en la salida sur del túnel natural, así como la gran cantidad de datos históricos que hacen del lugar un importante paso durante la Edad Media. Define el periodista Félix Ibargutxi el paso como “San Adrián era una especie de N-1 en la Edad Media. No había otra alternativa para comunicar Castilla y Francia. Por allí tenían que pasar los reyes, las princesas, los obispos, los mercaderes y el pueblo llano. Y en la mayor parte de las épocas fue un paso con peaje…”
En la actualidad, y accediendo desde la vertiente guipuzcoana, vemos la entrada del túnel en lontananza, a medida que nos vamos acercando por el escarpado sendero que nos roba el aliento, y al que se nos une a modo de bienvenida un gran rebaño de cabras montesas, con su macho cabrío a la cabeza. Las ruinas de una antigua fortaleza jalonan la entrada, y tras un vistazo atrás para comprobar el desnivel ascendido, accedemos dentro del túnel, donde en primer plano vemos la ermita del Santo Espíritu.
La oquedad no es muy prolongada. Se ve con nitidez la salida y tras recorrerla y comprobar que la pendiente todavía no ha terminado, llegamos a la abertura opuesta, donde la caverna apenas tiene dos metros de altura.
Una vez fuera, lo que observamos nos deja extasiados. Decenas de caballos pastan tranquilamente por una planicie, donde observamos a distancia unos carteles a los que nos acercamos, caminando pausadamente entre los équidos que nos miran con cara extrañada, pero que no hacen ademán alguno de quitarse de nuestro camino, dejando claro quién es el que se ha apropiado de un terreno que no le corresponde.
Los carteles señalizan el Camino de Santiago, que transita por la mencionada calzada romana.
Quedamos unos minutos reponiendo fuerzas y disfrutando del hermoso paraje, hasta que, tras un último vistazo volteamos nuestros pasos para realizar el camino de vuelta al punto de partida, esta vez con el alivio del descenso.